Es frecuente escuchar los reclamos de las personas con discapacidad la paupérrima oferta de arte accesible. Y lamentablemente, en muchos casos, les asiste la razón.
Hoy comparto un texto del blog leitersblues donde hace el análisis musical de la obra de Modesto Mussorgski orquestada por Maurice Ravel. Debajo de la cita textual, un video para que pueda gozar uno de los cuadros: The Old Castle dirigido por Fritz Reiner en una grabación de 1957..
En 1874 tuvo lugar en Moscú una exposición de pinturas y proyectos arquitectónicos del artista ruso Viktor Hartmann, fallecido un año antes e íntimo amigo del compositor, y de un grupo de jóvenes artistas que aspiraban a la creación de un arte puramente ruso del que estuviera eliminada cualquier influencia extranjera. Mussorgski tradujo musicalmente esas pinturas en unos términos bien diferentes a lo que en el resto de Europa se consideraba por entonces como «música programática». El resultado fue una colección de piezas para piano titulada como Cuadros de una exposición, partitura que fue recibida con enorme estupor por un público que no acertaba a descubrir el enorme talento de un compositor genial aunque muy criticado por los excesos alcohólicos que le impedían una mayor concentración creativa. De hecho, músicos como Rimski-Korsakov y Glazunov dedicaron grandes esfuerzos por suavizar las asperezas musicales de la producción de Mussorgski en base a rectificar e instrumentar unas partituras que, paradójicamente, han resultado ser mucho más completas, vehementes e imaginativas en su ruda versión original.
Cuadros de una exposición es un fascinante caleidoscopio pianístico que ilustra una serie de cuadros con una ilimitada imaginación y un milagroso poder expresivo dentro de una gama de colores cambiantes y fantásticas apariciones que nos hacen del todo prescindible la consecuente contemplación de los lienzos, en un verdadero ejercicio de imaginación virtual. La escritura pianística de Mussorgski es brutal y deliciosamente ruda, con bastantes pasajes «antipianísticos» y sin ninguna pretensión por parte del compositor para adaptar los efectos perseguidos a las posibilidades del instrumento, cuyos límites no parece querer tener en cuenta. De hecho, la partitura es endiablada de interpretar y muchos solistas de postín han prescindido de su ejecución en los recitales. Más que piezas para piano parecen apuntes de orquestación y durante mucho tiempo fueron tema de experimentos orquestales. Sin embargo, hacía falta un gran maestro que configurase todas las intenciones que parecen ocultarse en la versión pianística de Mussorgski. Y ese gran maestro se encontró en la persona de Maurice Ravel, uno de los más grandes orquestadores de toda la historia de la música.
Ravel acometió la orquestación de dicha obra a comienzos de 1922 y el resultado fue una de los más brillantes ejercicios de orquestación que nunca se hayan realizado, partitura obligada e imprescindible para cualquier estudiante de dicha materia. Ravel no se contentó con el buen hacer del trabajo de un especialista en la materia, sino que cimentó una labor propia de un orfebre musical. Conservó la composición original de manera casi intacta, con tan sólo unas mínimas alteraciones que sirven para mantener el equilibrio general de la obra (En particular, en el tema Il vecchio castello añade un compás y en La gran puerta de Kiev las pausas están vertidas en términos de anotación. Además, omite una de las Promenades). La versión orquestal es a día de hoy una de las grandes piezas del repertorio sinfónico de cualquier orquesta de relieve y es muy apreciada por todos los públicos.
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