Se dice que, en algún lugar del mundo, un grupo de docentes de Ingeniería Aeronáutica fueron invitados a un congreso en Cancún con todo pago. Uno por uno van llegando al aeropuerto, hacen la fila del checkin y se acomodan en su sitio asignado en el avión.
Una vez todos sentados, pasan las aeromozas sirviendo comida y bebida mientras que el capitán les habla por el altavoz:
Estimados pasajeros.
Tengan todos muy buenos días. Por favor, sigan las instrucciones de la tripulación: en unos minutos comenzará el despegue.
Además, tengo el agrado de comunicarles que este avión está íntegramente diseñado y fabricados por sus alumnos.»
Un tenso silencio de tres segundos, ¡todos los profesores huyen! Alguien abre la puerta y se tropieza en la escalerilla, otros salen volando bandejas, tirando un carrito de comida, una aeromoza sale volando por los asientos…
Ya todos abajo se dan cuenta de que falta uno y lo van a buscar. Un hombre mayor, está sentado al fondo con total tranquilidad. Uno de los pasajeros le pregunta: ¿Qué pasó Ernesto que no bajaste?
Ernesto responde con suavidad: «yo conozco y confío plenamente en la capacidad de todos mis estudiantes: esta porquería no va a arrancar».
Aporte de nuestro colaborador Leandro Misiewicz
Créditos de la imagen destacada: talha khalil y Peggy und Marco Lachmann-Anke en Pixabay