Agradecemos la colaboración de la Bibliotecaria Silvia Peredo de Coronel Pringles (Provincia de Buenos Aires). En Argentina, el gobierno decidió no iniciar las clases presenciales para el ciclo lectivo 2020 a causa de la pandemia por COVID-19. Desde que se promulgó la Ley 1420 de Educación Primaria Obligatoria, Gratuita y Laica, las escuelas fueron un centro de referencia para su comunidad. Y en las últimas décadas, atiende la alimentación de los niños y adolescentes en condiciones de vulnerabilidad. Si bien se intentó reemplazar las clases presenciales por las virtuales (asunto que trataremos en otro artículo), la atención alimentaria continuó entregando viandas a los estudiantes que la retiraban y llevaban a sus hogares. Desde su biblioteca, Silvia dio un paso más y la escuchamos en sus propias palabras:
Michel Petit, insoslayable referencia si hablamos de lectura en tiempos de crisis , afirma que la contribución de la lectura a la reconstrucción de uno mismo tras una experiencia dolorosa es trascendental. Nunca más cierta esta mirada hoy, cuando la presencia de los libros está siendo cada vez más visible en el curso de una experiencia que desestructura los cimientos de la vida cotidiana, corriéndonos a los márgenes de la incertidumbre de la pandemia.
Desde la biblioteca de la escuela secundaria es poco o mucho lo que se puede hacer al respecto. Poco si asumimos que los adolescentes no moverían uno solo de sus aletargados dedos para trasladarse hasta la escuela en busca de ¡un libro! Mucho si confiamos en lo impredecible, eso que está en la naturaleza misma del adolescente, y en el poder de la pasión propia como motor de los sueños y factor de contagio.
Una idea tomó forma: ¿qué pasaría si se tienta al potencial lector con una “oferta imperdible”? Con reserva previa, “take away”, para retirar de la escuela en un momento en que estaría abierta por una hora (con todos los recaudos y un protocolo de cuidados consensuado y elaborado con el asesoramiento de la Biblioteca Popular de la ciudad). Pasó que, con la colaboración de mis compañeros preceptores, que mantienen el vínculo con los grupos de alumnos contra viento y marea, los chicos hicieron sus reservas vía whatsapp. Algunos inauguraron una especie de “lista de espera”, porque de cada combo… había un solo combo y esperan a la próxima entrega (nunca imaginé que podía haber más de un solicitante para un dúo de libros, me faltó fe).
Los chicos vinieron a retirar sus “combos”; se fueron con un paquetito misterioso debajo del brazo y los ojos llenos de curiosidad. Fue muy hermoso escucharlos preguntar por “la señora de los libros” cuando se asomaban a la ventana que estaba abierta para atender múltiples cuestiones. Y más hermoso todavía espiarlos por la misma ventana cuando llegaban a la esquina y rompían el papel madera como si fuera el papel brillante de un regalo para ver en qué consistía el misterioso “combo” elegido. Muchos retiraron su combo de libros al mismo tiempo que su mamá retiraba el bolsón de alimentos. Algunos me hicieron llegar su opinión: “estaban muy buenos los libros, qué suerte”, “me los agarró mi hermanito, quería que yo le leyera” …
Vuelvo a Petit, que me da apertura y cierre, cuando dice que “una obra, en ocasiones, nutre literalmente la vida”. Y yo agrego, desde mi lugarcito, que también un paquete de papel madera con dos libros dentro puede nutrir un rato, una hora, dos, tres… dos semanas de la vida de algún chico. Hasta que llegue la próxima oferta “take away”.
Autor de referencia: Petit, M. (2009) El arte de la lectura en tiempos de crisis. España: Océano Travesía