Accesibilidad, discapacidad y tecnologías adaptativas

Una colega y amiga, Marisa Conde, compartió un documento titulado «Accesibilidad para discapacitados». Sin proponérselo, su lectura me ayudó a organizar algunas ideas sueltas que daban vuelta buscando dónde y cómo caer. Y aquí comparto alguna de ellas.

Aunque parezca una cuestión lingüística, es necesario emplear los términos correctos para refererirnos a las personas con discapacidad. Recientemente publicamos una entrada un tanto humorística. Con más rigor, recomiendo la lectura del artículo que Matías Sánchez Caballero (1) publicó en el Observatorio de la Accesibilidad. Lo notable es que en el sitio del CyL Digital, el artículo (2) se denomina «Guía de programas para personas con discapacidad», el nombre del archivo es «programasparapersonascondiscapacidad.pdf», pero el documento enlazado se titula «Accesibilidad para discapacitados».

Otro aspecto no menor es contextualizar la información contenida en el documento, ¿quién es su autor? ¿cuándo se escribió o publicó? ¿a quién va dirigida? De la URL se deduce que es un documento presentado por el Programa Castilla y León Comunidad Digital (CYL Digital) en la sección Ciudadano Digital. Con algo de maña, sabemos que el autor es Dinamizador2 y se publicó el 13 de agosto de 2011 y su url es http://www.cyldigital.es/articulo/guia-programas-para-personas-con-discapacidad. Un pequeño pero necesario ejercicio de alfabetización informacional para mejorar la comprensión lectora.

Este marco temporal no es menor: Las versiones de Windows más difundidas entonces eran Windows XP y Windows. Todavía reinaban los objetos flash (opacos para los lectores de pantalla).  Las tablets tenían apenas un año de vida. Los smartphones y la conectividad 3G no eran tan masivos. Hoy, Windows 10 está ganando una importante cuota de mercado, se adoptó el estandar HTML5 (3) para el desarrollo de contenido web, las tablets y los  smartphones ocupan una cuota mayor de mercado y requieren especificaciones de hardware y de software más exigentes con el uso de los recursos.

Para las personas con discapacidad, las tecnologías de apoyo son instrumentos que facilitan distintas actividades de la vida cotidiana. En general, el criterio para elegir una u otra herramienta adaptativa se basa en tres criterios:

  1. que sirva para resolver el problema,
  2. que pueda usarse en múltiples escenarios y situaciones y
  3. que sea estable.

Para los puntos 1 y 2, la aplicación debería ser lo más parecida a la navaja de origen suizo. Y para el último punto es necesario considerar la estabilidad del sistema operativo y la comunidad de desarrolladores que la sostiene.

Si la aplicación funciona bien con Windows XP, ¿por qué arriesgarse a migrar a un sistema operativo todavía inestable? Si la comunidad de desarrolladores es numerosa y muy activa, la probabilidad de que se hagan mejoras en el producto y se actualice a los nuevos requerimientos tanto de usuarios como de sistemas operativos será más alta. Comunidades pequeñas, cerradas o «atadas» a un emprendimiento comercial (salvo honrosas excepciones) no garantizan el desarrollo de la aplicación en el tiempo.

Una buena práctica a la hora de recomendar software es conocer los usos, costumbres y «mañas» de las personas que podrían utilizarlo. Entre las personas con discapacidad visual, los lectores de pantalla más difundidos son JAWS (software privativo) y NVDA (software libre). Ambas corren bajo Windows. Las alternativas para iOS (VoiceOver) y Linux (ORCA) tienen muy baja aceptación entre los distintos usuarios. Más allá de la reticencia para adoptar la «Siguiente Gran Innovación», los cambios se aceptan en tanto supongan una mejora significativa en la calidad de vida del usuario.

A partir del lema de la Organización Mundial de las Personas con Discapacidad «Nada sobre nosotros sin nosotros», podemos aportar valiosas contribuciones si estamos atentos a cómo cada quien vive su condición de salud y las estrategias adaptativas que desarrollan, aplicar las buenas prácticas de la alfabetización informacional al momento de recomendar referencias y bibliografías y tener presente que la accesibilidad es una cuestión de derechos humanos que nos concierne a todos.

¿Cómo podríamos mejorar nuestra solidaridad para con las personas con movilidad, comunicación o comprensión reducidas?

(1) El texto enmascara este enlace: http://www.observatoriodelaaccesibilidad.es/espacio-divulgativo/articulos/terminos-adecuados-referirnos-personas-discapacidad-iii-parte.html

(2) El texto enmascara este enlace: http://www.cyldigital.es/articulo/guia-programas-para-personas-con-discapacidad

(3) El texto enmascara este enlace: https://www.w3.org/TR/html5/

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2 Comentarios

  1. ¡Buen artículo!

    Me quedo pensando en que es necesario volvernos más conscientes de las palabras que elegimos para nombrar lo que vemos, lo que vivimos, lo que sentimos.

    Alejandra Noseda escribió una publicación titulada «Pautas de estilo periodístico sobre discapacidad» (yo tengo un ejemplar en papel, pero también se puede consultar en línea: http://www.socieven.org/Content/biblio/Libro%20Pautas%20periodisticas%20sobre%20Discapacidad%20enviado%20por%20Alejandra%20Grzona.pdf). En el punto 2 de pautas de estilo, ella recomienda:

    «Decir “persona con discapacidad”. No sólo es importante tener una actitud positiva ante una persona con discapacidad, sino usar una terminología adecuada, neutra sin sesgos peyorativos. La clave es no sustantivar los adjetivos: no es conveniente etiquetar a los individuos como “el discapacitado”, “el sordo”, “el ciego”, “el retardado”, etcétera, sino que en su lugar se debe decir “persona con discapacidad” o “persona discapacitada”, “persona sorda”, “persona ciega”, “persona con retraso mental”, etcétera».

    Más claro, imposible.

    Agrego que, si hablamos de «el discapacitado», en nuestro discurso ponemos la discapacidad en primer lugar; si hablamos de «la persona discapacitada», ponemos el foco en la persona y la discapacidad viene después.

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