El 70% de los docentes quiere seguir con clases virtuales cuando termine la cuarentena

Quienes fuimos pioneros en el uso de la educación mediada por TIC allá por los ochentas y le pusimos las fichas a la educación 1.0; 2.0 y 3.0 (ya perdí la cuenta si avanzamos o reinventamos digitalmente los éxitos analógicos) nos tildaron de soñadores y nerds. También hasta el año pasado se confundía educación virtual con educación presencial mediada por TIC y que la accesibilidad era para «descapacitados» (o con pretensiones de inclusividad, discapacitades, discapacitad@s o discapacitadxs pero resistiendo que sean personas con discapacidad) y no como un derecho universal con garantía constitucional. Fue un costo alto. Pero mantener la esperanza de caminar por el sendero poco explorado hizo que una catástrofe global como lo es la pandemia de COVID-19 obligara a todos a repensar sus prácticas en tiempo record.

No puede culparse al Estado por la oferta formativa masiva a todos los docentes de todos los niveles para capacitarse en el uso de las TIC con fines educativos. Incluso se ofrecieron postítulos con puntaje nacional y en servicio. Quienes estuvimos involucrados desde principios de siglo, advertimos las dificultades que hoy son visibles y duelen. También advertimos a los responsables por las decisiones en la coordinación de los cursos y postítulos el fuerte desgranamiento en cada cohorte. Estos son hechos.

En este artículo publicado por un diario marplatense se publica los resultados de una encuesta, donde se concluye la brecha entre la educación de gestión pública y de gestión privada. Quienes además de la virtualidad caminamos las calles y escuchamos sus voces que aunque griten suenan a susurros para muchos funcionarios, los datos son plausibles.

Pero objetamos su interpretación. Dicen haber realizado una encuesta (instrumento para recolectar los datos para ser analizados en el marco de un proyecto de investigación). Primera objeción: ¿cuál es la pregunta de investigación y los objetivos que se proponen alcanzar? (develaría la intencionalidad). Segunda objeción: ¿cómo se diseñó la muestra? ¿cuál es la base sobre la que se calculan los porcentajes? La lista de objeciones sigue, pero no es este el espacio adecuado para continuarlo.

Quizá sea un buen momento para que aprendamos a tomar estos informes entre dos gruesas rebanadas de duda. Y los docentes puedan enriquecer sus clases chequeando el discurso público con datos oficiales o de fuentes confiables.

Crédito de la imagen: Mirko Grisendi en Pixabay 

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